Opinión
Un premio Nobel de Literatura puede convertirse en un salvoconducto de impunidad lingüística.
Al menos a Mario Vargas Llosa le ha servido para acometer discursos que atacan democracias concretas en el nombre mismo de “la” democracia.
Al menos a Mario Vargas Llosa le ha servido para acometer discursos que atacan democracias concretas en el nombre mismo de “la” democracia.
Por Mónica López Ocón
Homenajeado en España, no deja de enviar desde allí sus dardos contra la Argentina, Bolivia, Venezuela y sus respectivos presidentes, tres países cuyos mandatarios han sido elegidos por la voluntad popular.
Es posible que el prestigio del Nobel lo haya encandilado hasta el punto de hacerle creer que la excelencia de su literatura se replica con igual brillo en todas las áreas del conocimiento.
Sin embargo, es preciso decirlo, escribió novelas memorables como La ciudad y los perros, pero tiene una ignorancia supina respecto de los procesos populares latinoamericanos.
Su visión del peronismo no es más que un conjunto de lugares comunes dignos de una señora concheta de las huestes de Hugo Biolcati. Quizá no sea casual que, esta vez, sus ofensivas declaraciones las haga desde España, una democracia tan perfecta que no quiere saber de su pasado, todavía mantiene reyes y sus gobernantes “confunden” la identidad nacional con las empresas multinacionales como Repsol.
Vargas Llosa debería sostener su recalcitrante amor por la derecha con mayor información. No le vendría mal dejar al gorila en casa, venir a comerse un asadito por estas latitudes y ver cómo han crecido el país y la política desde 2003. Le garantizamos que no encenderemos el fuego con las tablas del parquet.
Es posible que el prestigio del Nobel lo haya encandilado hasta el punto de hacerle creer que la excelencia de su literatura se replica con igual brillo en todas las áreas del conocimiento.
Sin embargo, es preciso decirlo, escribió novelas memorables como La ciudad y los perros, pero tiene una ignorancia supina respecto de los procesos populares latinoamericanos.
Su visión del peronismo no es más que un conjunto de lugares comunes dignos de una señora concheta de las huestes de Hugo Biolcati. Quizá no sea casual que, esta vez, sus ofensivas declaraciones las haga desde España, una democracia tan perfecta que no quiere saber de su pasado, todavía mantiene reyes y sus gobernantes “confunden” la identidad nacional con las empresas multinacionales como Repsol.
Vargas Llosa debería sostener su recalcitrante amor por la derecha con mayor información. No le vendría mal dejar al gorila en casa, venir a comerse un asadito por estas latitudes y ver cómo han crecido el país y la política desde 2003. Le garantizamos que no encenderemos el fuego con las tablas del parquet.
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