Opinión

Y la oposición? La pregunta, reiterada una y otra vez, en medios políticos, económicos y en la propia opinión pública es en principio de difícil respuesta.

Por Enrique Zuleta Puceiro

El dato básico es la ausencia y el silencio de sus principales líderes, referentes y partidos ante la mayor parte de los debates que ocupan a la sociedad argentina. Salvo anuncios esporádicos de improbables interpelaciones parlamentarias o denuncias judiciales ante noticias de impacto público, poco o nada se sabe de lo que ocurre al interior del campo opositor. Las propuestas en materia de seguridad, gestión macroeconómica, inflación, salud, desarrollo social, reformas tributarias, financiamiento de la crisis, política energética o desarrollo de infraestructura no pasan de afirmaciones generales, sin que conste algo más que las propuestas de la campaña 2011.
Sumidos en conflictos internos de difícil comprensión para el ciudadano medio, la docena de partidos que pueblan el archipiélago de la oposición buscan todavía explicaciones para la derrota en las pasadas elecciones presidenciales y cavilan en busca de algún tipo de estrategia común ante una crisis que amenaza con borrarlos del mapa político.
El efecto social del default opositor no es otro que el previsible. En el Monitor de Tendencias Económicas y Sociales que OPSM distribuye semanalmente entre sus suscriptores, ante la pregunta: “Independientemente de su posición política en general ¿a qué sector se siente usted más próximo en una coyuntura política como la actual?”, un 34,7% respondió en estos días “más cerca de las posiciones del gobierno”. Un ínfimo 9,6 optó por auto ubicarse “más cerca de la oposición”.
Más uno menos uno igual cero o, en otras palabras, un verdadero juego de suma-cero, en el que nadie saca ventajas. Es más, un importante 43% de la sociedad se reconoce “lejos de ambos”, un 10,4 “cerca de ambos por igual”.
Una vez más, la sociedad se debate ante la falta de alternativas. Entre el año 2010 y 2011, los diversos fragmentos de la oposición supieron enhebrar estrategias conjuntas. No les alcanzó para articular una alternativa de gobierno pero al menos pudieron delinear los trazos gruesos de una oposición parlamentaria.
El saldo fue positivo para el país: la mejoría de la oposición mejoró al gobierno. Ello le permitió, con apoyos no demasiado diferentes a los actuales, alcanzar un 54% del voto nacional y –lo más importante– casi 40 puntos de ventaja respecto de cualquiera de los principales contendientes en las presidenciales de octubre.
Las oportunidades para la oposición han vuelto a abrirse, aunque nada indica la capacidad de sus líderes para aprovecharlas.
Según la misma encuesta nacional, de reproducirse hoy el conflicto entre el gobierno y los sectores del campo, un 25,5 apoyaría una nueva Resolución 125 y un 47,4 se encolumnaría detrás de las organizaciones agropecuarias. De reproducirse un debate en torno a la regulación de los medios audiovisuales, un 30,5 apoyaría al gobierno y un 45% a los medios, en tanto que un 15,9 adoptaría posiciones equidistantes.
Los espacios para el ejercicio de una labor de oposición existen y tienden incluso a ampliarse. Sin embargo, lo que está socialmente deslegitimada es la oferta política de la oposición, sus actitudes, métodos y formas de expresión.
Preguntada la opinión publica acerca de que debería hacer la oposición en el futuro, un 56% responde “apoyar al gobierno aunque de un modo negociado y pactado”. Un 9,4 le aconseja “apoyar sin condiciones” y un 4,3 oponerse también incondicionalmente. Un 23% opta por sugerir un tipo de oposición del  modo prudente y acotado de los últimos tiempos.
La calidad de un gobierno depende en medida sustancial de la calidad de  su oposición. En tiempos de dudas y replanteamientos de fondo, bueno es recordar que sin política, de gobierno o de oposición, no habrán economía ni política social sustentables en el largo plazo.

http://tiempo.infonews.com - 070412