Opinión

En los últimos años la oposición ha disfrutado sólo algunos momentos de popularidad (como en 2009), para terminar sistemáticamente en fracasos electorales rotundos. La oposición logró ser más relevante en su rol mediático que en su performance electoral.


Por Pablo López Fiorito

En la actualidad, sin considerar las intendencias, los espacios opositores cuentan sólo con la gobernación de dos provincias (Santa Fe y Corrientes) y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El FAP, la UCR y el PRO se disputan la posibilidad de ser el eje aglutinador de la oposición frente a las elecciones de 2013 y 2015.
La única figura que se recorta dentro de este panorama desalentador, es la de Mauricio Macri, quien con su política de no “hacerse cargo” actúa en forma contraria a la de la construcción de un liderazgo nacional.

UCR: CRISIS DE IDENTIDAD. El partido centenario, gran formador de alianzas electorales en contra del oficialismo peronista, no sabe a qué sector político aglutinar. Coquetea con Mauricio Macri por una parte, aunque le niega su apoyo en temas como el transporte público capitalino. Por otra parte, el ala centroizquierdista quiere volver al concepto de radicalismo versión socialdemócrata, y volcarse sobre el binnerismo socialista. En esta disputa palaciega entre varios sectores, la estructura del radicalismo, se ve diezmada elección tras elección, tanto por el desmembramiento que deviene en la formación de otras agrupaciones (ARI, GEN, etcétera) como por la escisión de grupos que pasan a engrosar las filas de otras fuerzas (los radicales K, los radicales PRO, entre otros).
Otro de los grandes dilemas que atraviesa el radicalismo es la carencia de una figura aglutinadora que logre sintetizar a todos los extremos del radicalismo hacia la sociedad de cara a los comicios de próximo año. En ese sentido, el fracaso electoral de Ricardo Alfonsín terminó de coartar las posibilidades del radicalismo de posicionar un candidato de renombre y referencia en las elecciones de 2015.

PRO: LOS LÍMITES DE LA GENERAL PAZ. Independientemente de las disputas internas entre los distintos sectores políticos que componen esta fuerza, el PRO tiene hoy una limitante estructural, su poder territorial. Cada conflicto con la Casa Rosada se transforma en una posibilidad de esparcir su discurso por todo el país. Pero muchas veces ese discurso no prende entre los habitantes del país que no viven en la Capital, ni en la zona norte del Conurbano.
La disputa por los subterráneos mostró a un Mauricio Macri trastabillando y negándose a gestionar. Esto pese a que la mayoría de los porteños, según el último relevamiento de Ibarómetro, estaba de acuerdo con el traspaso del subte a la órbita de la Ciudad Autónoma.
El PRO, tanto en las disputas con el gobierno nacional por los fondos para la seguridad como para el transporte público, adoptó un discurso que si bien puede generar algunos adherentes entre los porteños, suena mal entre aquellos que no viven en la Ciudad. Así, cuando su discurso lo hace fuerte en la Ciudad, también lo debilita en su perfil nacional. Ningún discurso que pretenda una lógica nacional, puede basarse en una disputa particularista, para crecer. Si el PRO pretende ser una fuerza nacional, debe dejar de ser una fuerza netamente porteña.

FAP: El Frente Amplio Progresista (FAP) fue la fuerza nacional que dio una buena performance relativa en la última elección presidencial. Formada poco tiempo antes de las PASO, el FAP supo capitalizar el viraje a la derecha del Radicalismo con Francisco de Narváez. También se mostró como el progresismo potable frente a un debilitado Proyecto Sur del cineasta Pino Solanas.
Dos cuestiones son quizás las limitantes más grandes de este espacio: la primera está relacionada con la existencia o no de un espacio político para el progresismo por fuera del kirchnerismo. Si el gobierno nacional continúa enfrentando a la crisis internacional con un incremento de las políticas sociales, y con mayor participación del Estado, incentivando la generación de un mercado interno con mano de obra nacional, el espacio progresista por fuera del arco kirchnerista queda limitado a una cuestión meramente discursiva.
La otra gran limitante de este espacio es la heterogeneidad de fuerzas que lo integran y el escaso tiempo de formación que tienen. Para constituirse en una fuerza nacional debe solidificar los lazos entre las distintas agrupaciones y unificar posiciones políticas.


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