Opinión

Luego del rotundo triunfo del Frente para la Victoria en las últimas elecciones presidenciales, un cimbronazo demoledor para todo el resto de los actores políticos, las diversas fuerzas opositoras comienzan a reacomodarse de cara a lo que será un año con fuerte intensidad política.

Por Agustín Lewit

En el caso del PRO, parecen estar desde hace algunos meses dispuestos a todo por lograr la tan ansiada foto con Cristina Fernández; suponen, quizás con exceso de simplismo, que sería un paso contundente en la difícil tarea de posicionar la fuerza como alternativa a nivel nacional.
Otra estrategia en el mismo sentido tiene que ver con los lazos que el macrismo ha empezado a tejer con distintos jefes comunales de la provincia de Buenos Aires y algunos puntos aislados del resto del país.
Los meses venideros serán claves para ver hasta qué punto logran superar los hasta ahora férreos límites de la General Paz y alcanzar una sólida presencia nacional. Con debilidades y todo, Macri aparece casi en soledad como el único contrincante con fuerza para enfrentar al oficialismo nacional. Gran parte de ello se lo debe al blindaje mediático que recibe por parte de los monopolios de la (des)información.
La Unión Cívica Radical, por su parte, lejos de encontrar un claro conductor que homogeneice las distintas fuerzas del partido, continúa padeciendo todavía los coletazos de los magrísimos resultados obtenidos en las últimas elecciones de 2011.
La crisis de los boinas blancas se hizo visible una vez más cuando el Congreso trató el proyecto de traspaso de los subtes a la Ciudad de Buenos Aires. Allí, la fracción encabezada por Raúl Alfonsín decidió plegarse a la propuesta del oficialismo, mientras el sector liderado por el cordobés Oscar Aguad, desconociendo la postura previamente acordada del bloque, votó en contra del traspaso. Lejos de consolidarse internamente, los diferentes sectores del radicalismo buscan fortalecerse a partir de alianzas extrapartidarias. En esa dirección, el alfonsinismo sigue pujando por estrechar lazos con Hermes Binner y un acercamiento al GEN y a la Coalición Cívica,  mientras que el sector más conservador apunta a tejer una alianza con el PRO.
Por otro lado, el Frente Amplio Progresista (FAP) también ha sufrido reposicionamientos en su interior. Si bien Binner conserva la buena cosecha de las últimas elecciones presidenciales, donde logró posicionarse para un sector de la sociedad como lo más potable de la oposición, su representante en el gobierno provincial de Santa Fe, Antonio Bonfatti, aparece cada vez más públicamente cercano al oficialismo, marcando así algunas diferencias sensibles entre ambos. Es posible esperar, en ese sentido, que parte del FAP acompañe, aunque cuidando cierta distancia, el rumbo del gobierno nacional y ver qué efectos produce esto en la cohesión interna del partido.
Los que sí parecen haber perdido la brújula de manera definitiva son los representantes del Peronismo Federal: víctimas del desmembramiento interno y sin posibilidad real de hacer mella en algún sector de la sociedad, les queda casi como última oportunidad rogar que el gobernador Scioli decida abandonar las filas kirchneristas y encabezar una opción peronista no oficialista. No son pocos los que depositan sus esperanzas en el ex motonauta como posible competidor del kirchnerismo.
Así las cosas, en los próximos meses es posible esperar debates profundos y complejos que pongan en juego aspectos estructurales de la realidad del país. El que se avisora como inminente, la posible re-estatización de YPF, será un escenario más que interesante para ver cómo se posicionan las distintas fuerzas opositoras. La compleja realidad externa sumada a los múltiples desafíos internos requerirán de una oposición que rompa con la ceguera y los discursos autistas que viene repitiendo durante los últimos años, abandonen miradas mezquinas y cortoplacistas, y asuman por el contrario una posición constructiva, comprometida y responsable.

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