Política viene de la polis griega. Aristóteles decía que todo ser humano es un animal político. En otras acepciones de la palabra se acepta que política es la manera de conducir un asunto para llegar a un fin determinado o la actividad humana concerniente a la toma de decisiones que conducirán al accionar de la sociedad.
Por Vito Amalfitano *
Todo lo que hacemos, todo el tiempo, es política. Y todo lo que rige al deporte, lo que lo regla y lo ordena, es política. Desde la forma en que armamos un partido de barrio, hasta la organización de unos Juegos Olímpicos. Para todo adoptamos una política.
También los deportistas o los entrenadores eligen una política o un plan de entrenamiento. Juan Curuchet para llegar al oro olímpico, el profe de educación física del colegio de la vuelta de la esquina para preparar su clase.
El deporte, además, es parte intrínseca de nuestra cultura. Si se considera la definición de cultura como "memoria de los pueblos". El deporte es parte indivisible de nuestra memoria, de nuestra historia, y de toda la historia por lo menos desde el siglo XX para acá.
Y la política deportiva es fundamental para ordenar, reglar y darle un marco al deporte, ya sea amateur o profesional.
En Argentina, desde algunos sectores, se acostumbra a demonizar la palabra política, y también la palabra Estado. Algunos no terminan de aprender -y otros interesadamente no quieren hacerlo- que en nombre de esa demonización vivimos la peor tragedia como país, de la cual recién ahora salimos por la vía de la Justicia y el fin de la impunidad, gracias a una política clara de derechos humanos.
Por esa demonización, también, entre otras cosas, el deporte sufrió un régimen cuasi dictatorial en el seno del propio Comité Olímpico Argentino, con el coronel Rodríguez al frente nada menos que desde 1977 a 2005.
Y uno de sus sucesores, Julio Cassanello, fue funcionario de Videla, intendente de la dictadura en Quilmes, donde funcionaba uno de los más conocidos centros clandestinos de detención.
Uno puede entender, aunque no justificar ni mucho menos aprobar, los motivos de las declaraciones del presidente actual del COA, Gerardo Werthein, y de nuestro campeón, Juan Curuchet, en contra del emocionante aviso que protagonizó el olímpico Fernando Zylberberg en Malvinas, con imágenes impactantes y la leyenda final: "Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino". El directivo no quiere sacar "los pies del plato" de la conservadora organización olímpica y de las críticas del COI que, como la FIFA, no acepta que los estados se metan en nada de lo que hacen -ni siquiera en sus controvertidas elecciones (políticas) de autoridades o sedes- y Juan, que colabora con el COA y con la delegación argentina que irá a Londres, sigue en la misma sintonía.
Pero vale aclarar que uno como otro, en tanto representantes de un universo más amplio de dirigentes y deportistas, tienen un vínculo muy estrecho con el Estado argentino.
Werthein, por caso, hizo posible, gracias a los oficios de este gobierno, de la actual Secretaría de Deporte y de los legisladores que la votaron en el Congreso, que su proyecto del Enard se convierta en ley, lo que hoy genera un ingreso extra muy importante para los deportistas argentinos, a través de mínimo impuesto sobre la facturación de los celulares.
Y Juan, como símbolo de cientos de deportistas argentinos, siempre discutieron y, obtuvieron o no, becas del Estado, y muchos de ellos hoy compiten y entrenan con la ampliación de un presupuesto del Estado (aunque siempre parezca insuficiente), además de por los ingresos del Enard.
Todo eso es participación del Estado. Todo eso es política, aunque a veces a algunos les parezca mala palabra. Y tiene razón Juan al plantear su enojo por los elementos retenidos en la aduana que sirven para el entrenamiento de los olímpicos. Y seguramente se solucionará en los próximos días. Pero también hay que aclarar que esa medida responde también a una política mucho más amplia, de sustitución o control de importaciones, hoy con determinada "sintonía fina" para mantener los objetivos de los superávits gemelos que no es otra cosa que la virtual libretita de almacenero que llevaba Néstor Kirchner y que nos permitió salir del infierno y permitir un país económicamente viable, también para sus deportistas.
Claro que el aviso de Malvinas fue política. Y en este caso el deporte fue un instrumento para una verdad poderosa.
También fue política festejar los goles de Diego a los ingleses como ningún otro. Y afloraron allí sentimientos profundos que excedieron lo estrictamente deportivo. Negarlo es políticamente correcto.
Pero también una gran hipocresía.
También los deportistas o los entrenadores eligen una política o un plan de entrenamiento. Juan Curuchet para llegar al oro olímpico, el profe de educación física del colegio de la vuelta de la esquina para preparar su clase.
El deporte, además, es parte intrínseca de nuestra cultura. Si se considera la definición de cultura como "memoria de los pueblos". El deporte es parte indivisible de nuestra memoria, de nuestra historia, y de toda la historia por lo menos desde el siglo XX para acá.
Y la política deportiva es fundamental para ordenar, reglar y darle un marco al deporte, ya sea amateur o profesional.
En Argentina, desde algunos sectores, se acostumbra a demonizar la palabra política, y también la palabra Estado. Algunos no terminan de aprender -y otros interesadamente no quieren hacerlo- que en nombre de esa demonización vivimos la peor tragedia como país, de la cual recién ahora salimos por la vía de la Justicia y el fin de la impunidad, gracias a una política clara de derechos humanos.
Por esa demonización, también, entre otras cosas, el deporte sufrió un régimen cuasi dictatorial en el seno del propio Comité Olímpico Argentino, con el coronel Rodríguez al frente nada menos que desde 1977 a 2005.
Y uno de sus sucesores, Julio Cassanello, fue funcionario de Videla, intendente de la dictadura en Quilmes, donde funcionaba uno de los más conocidos centros clandestinos de detención.
Uno puede entender, aunque no justificar ni mucho menos aprobar, los motivos de las declaraciones del presidente actual del COA, Gerardo Werthein, y de nuestro campeón, Juan Curuchet, en contra del emocionante aviso que protagonizó el olímpico Fernando Zylberberg en Malvinas, con imágenes impactantes y la leyenda final: "Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino". El directivo no quiere sacar "los pies del plato" de la conservadora organización olímpica y de las críticas del COI que, como la FIFA, no acepta que los estados se metan en nada de lo que hacen -ni siquiera en sus controvertidas elecciones (políticas) de autoridades o sedes- y Juan, que colabora con el COA y con la delegación argentina que irá a Londres, sigue en la misma sintonía.
Pero vale aclarar que uno como otro, en tanto representantes de un universo más amplio de dirigentes y deportistas, tienen un vínculo muy estrecho con el Estado argentino.
Werthein, por caso, hizo posible, gracias a los oficios de este gobierno, de la actual Secretaría de Deporte y de los legisladores que la votaron en el Congreso, que su proyecto del Enard se convierta en ley, lo que hoy genera un ingreso extra muy importante para los deportistas argentinos, a través de mínimo impuesto sobre la facturación de los celulares.
Y Juan, como símbolo de cientos de deportistas argentinos, siempre discutieron y, obtuvieron o no, becas del Estado, y muchos de ellos hoy compiten y entrenan con la ampliación de un presupuesto del Estado (aunque siempre parezca insuficiente), además de por los ingresos del Enard.
Todo eso es participación del Estado. Todo eso es política, aunque a veces a algunos les parezca mala palabra. Y tiene razón Juan al plantear su enojo por los elementos retenidos en la aduana que sirven para el entrenamiento de los olímpicos. Y seguramente se solucionará en los próximos días. Pero también hay que aclarar que esa medida responde también a una política mucho más amplia, de sustitución o control de importaciones, hoy con determinada "sintonía fina" para mantener los objetivos de los superávits gemelos que no es otra cosa que la virtual libretita de almacenero que llevaba Néstor Kirchner y que nos permitió salir del infierno y permitir un país económicamente viable, también para sus deportistas.
Claro que el aviso de Malvinas fue política. Y en este caso el deporte fue un instrumento para una verdad poderosa.
También fue política festejar los goles de Diego a los ingleses como ningún otro. Y afloraron allí sentimientos profundos que excedieron lo estrictamente deportivo. Negarlo es políticamente correcto.
Pero también una gran hipocresía.
* Jefe de Deportes de La Capital
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