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Ex detenido-desaparecido junto a los estudiantes secundarios que dieron nombre a La Noche de los Lápices, Pablo Díaz es hoy director de Edenor. Su visión sobre el rol del Estado, la recuperación de YPF y la “burguesía” argentina.

Por Martin Piqué

De película, la vida de Pablo Díaz está esperando que algún guionista empiece a trabajar. A sus 16 años, adolescente, militaba en la UES, la agrupación de secundarios del peronismo, desde la escuela media “España”, en 12 y 60 de La Plata. Tras el giro derechista de Isabelita, Díaz se acercó a la Juventud Guevarista. Poco después del golpe de 1976, lo secuestró un grupo de tareas de policías bonaerenses y oficiales del Ejército. En ese momento, aún no sabía que su captura era parte de La Noche de los Lápices, el operativo que terminó con la desaparición de los estudiantes secundarios más comprometidos con la militancia, entre ellos María Claudia Falcone, con quien compartió 90 días de reclusión en el Pozo de Banfield. Díaz pudo sobrevivir.
Hace un mes, Díaz declaró en el juicio  “Circuito Camps”, como se conoce a los campos de concentración que dependían del jefe de la Policía provincial. Entonces se sentó frente a los jueces y de espaldas a sus ex torturadores. “Los ignoré”, dice sobre los represores que escuchaban su testimonio del otro lado de un vidrio. “Atrás de mí estaban el que robó en mi casa, el que golpeó a mis padres”, reconstruye. Díaz ha pasado toda una vida tratando de procesar, de sanar, de aceptarse como un sobreviviente, mientras sus “compañeros de aula”, como sigue llamando a los otros secundarios secuestrados en La Plata, permanecen desaparecidos. “Me cuesta mucho ser un sobreviviente”, acepta.
La biografía del sobreviviente de La Noche de los Lápices tiene ingredientes poco conocidos. Eso hace a su vida tan particular, cinematográfica. De 54 años, Díaz tiene tres hijos: Juan Martín (28), Manuel (23) y la más joven Amparo (15), a quien bautizó con ese nombre por los recursos de amparo que presentaba su madre mientras él estaba detenido. Miembro del directorio de Edenor, en los últimos años se convirtió en un influyente hombre de negocios de Pampa Energía, la corporación que dirige Marcelo Mindlin. Con el fin de la Convertibilidad, el grupo se hizo fuerte adquiriendo empresas que eran vendidas por multinacionales europeas. Ahora fundaron su propia petrolera.
–¿Quieren entrar en YPF, tras la expropiación anunciada por la presidenta?
–No. Queremos tratar de sacar el mayor gas y petróleo posible. Esos son nuestros objetivos. Porque el país lo necesita. Pero también porque somos empresarios y queremos tener una ganancia. Yo escucho mucho a la presidenta. Es un cuadro político. Y creo que cuando ella dice que “gobierna para los 40 millones de argentinos”, nosotros (los empresarios) estamos incluidos. Pero también participo de lo que decía Perón: que “el hombre es bueno, pero que si se lo controla es mejor”.
–¿Y al empresario, si se lo controla, qué pasa?
–Y… es mejor (sonríe). Pero no lo digo como chiste. También sirve para todos los sectores. Es una frase de Perón dirigida a todos. Nosotros, como empresarios menores, porque no somos multinacionales, pudimos desembarcar en Neuquén con nuestros propios ahorros. Allí tenemos el área Senillosa. El otro día, con Mindlin nos fuimos desde la 9 de la mañana hasta las 10 de la noche para ver cómo se punzaba un pozo y se sacaba gas. Traigo a colación un hecho. A los 17 años yo me quise proletarizar. Clase media, mis padres eran profesionales. Duré tres días en un aserradero, pero fui. Largué el colegio, porque en ese momento había que ser proletario, no estudiante secundario ni universitario. Me levantaba a las 4 de la mañana y volvía a las 8 de la noche. Yo vengo de esas raíces. Y hoy me reconozco empresario, pero argentino.
–¿Coincide con el llamado a construir una “burguesía nacional”, que es recurrente en la historia de este país?
–Indudablemente. Y la mayor concepción de la burguesía nacional se me representa con José Ber Gelbard, un referente peronista histórico.
–Estaba ligado al PC. Aunque fue ministro de Economía del tercer gobierno de Perón.
–Jauretche decía que el empresario nacional tiene que hacer crecer permanentemente a la Nación. Ese debe ser nuestro rol. Pero también creo que el empresario nacional tiene que reconocer al Estado como pueblo. Gelbard puso en práctica esas ideas desde la CGE. Nosotros le compramos a empresas multinacionales que se iban del país. Le compramos a la Total. Compramos parte a Electricité de France, que se iban y dejaban tiradas represas y empresas de energía. Así compramos Edenor. Lo mismo con TGS. Y también Transener, porque la National Grid se iba, porque sin la paridad 1 peso 1 dólar ya no les resultaba rentable. Y no sólo compramos, también invertimos, porque hicimos Loma de la Lata. Por eso yo digo que no hay que tenerle miedo ni a los economistas keynesianos, ni a los empresarios nacionales, ni a los militantes populares.
–Hay un antecedente de participación del “empresariado argentino” en una empresa con mayoría accionaria extranjera: YPF. Y el resultado, a pesar de que se podría definir al Grupo Eskenazi como “burguesía nacional”, no fue el esperado...
–Bueno, ese es un problema de Eskenazi tal vez, ¿no? No hay que olvidarse que YPF siempre fue argentina. Lo que sucede es que en el país, por una confusión cultural, a veces hay cierto deslumbramiento por las empresas multinacionales de afuera. Sin embargo, yo siempre trataría de suplantar a las empresas multinacionales por argentinas.
–Una calificadora de riesgo bajó la nota de la deuda de Edenor. La empresa está pasando por momentos difíciles. ¿Qué va a pasar en el futuro inmediato?
–En el 2005 nos hicimos cargo de Edenor, cuando Electricité de France decidió irse del país y vender sus activos. Dejando atrás una enorme deuda, a la que nosotros bajamos. Y desde hace siete años venimos operando la empresa sin haber hecho nunca retiros de dividendos. Ahora compartimos con el Anses la parte accionaria, trabajamos a la par en el día a día de la caja, mientras el sindicato y los trabajadores acompañan la realidad de la empresa. Daremos todo como hasta ahora, no discutimos la política del gobierno. En todo caso damos opinión sobre la diferencia de criterio. Y con las tarifas sucede algo particular: la sociedad capitalina también es muy hipócrita, porque el gobierno trata que no paguen los precios internacionales y muchos que pueden pagar y ser solidarios con la gente más carenciada no lo hacen. No les importa el esfuerzo de los demás.

El fruto de los hermanos mayores

“Mi responsabilidad es no olvidar a los 238 secundarios desaparecidos. Nunca me debo olvidar que yo hoy, tal vez, puedo ser feliz. Pero el gran tema es los que no han tenido esa posibilidad. Me emociona mucho cuando veo a algún hijo de desaparecido. Porque lo veo con la posibilidad de engendrar hijos. Pienso que mis hermanos mayores, que ya no están, pudieron dejar ese fruto, que está ahí caminando.
–¿Qué piensa de La Cámpora? Se los acusó de “soberbia”, se los asoció a un “gen montonero”...
–Tienen la misma rebeldía. En el fallecimiento de Néstor mis hijos tuvieron necesidad de ir. Ese día se identificaron con La Cámpora. En 1975, cuando logramos el boleto estudiantil, nosotros sentíamos la discriminación de ser jóvenes. Ni siquiera los referentes peronistas nos escuchaban. Y eso que el movimiento que peleaba por el boleto tenía una clara mayoría peronista. Hoy, es la presidenta quien estimula a los jóvenes a involucrarse.

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