Opinión

Hubo un tiempo en que la democracia era un valor negativo en la Argentina. En ese tiempo, los argentinos desistimos de resolver nuestras diferencias por medios pacíficos y optamos por el autoritarismo, la prepotencia y la violencia.

Por Federico Pinedo

Hubo un tiempo en el que muchos consideraron que la muerte, propia y ajena, era más importante que los Derechos Humanos. Así se despreciaron las libertades personales y los medios que las garantizan. La libertad de vivir; la libertad de parir; la identidad misma; la integridad física, psíquica y moral; la dignidad de toda persona; el respeto del otro, de lo diverso, de lo plural. Allí las muertes, allí las víctimas ocasionales; allí el horror; allí el terror; allí la asquerosidad de la picana y el sometimiento; allí más muertes, muertes clandestinas alimentando más muertes; señores de la vida y de la muerte; desafiadores de los dioses; cultores del máximo pecado. No hay una Argentina unida, una Argentina de todos, si no reconocemos nuestro horror. No hay una Argentina para todos si no aprovechamos nuestra memoria para saber lo que nunca más debemos permitir que avance.

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