El regreso de Cristina Fernández a la actividad oficial
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Tres posiciones distintas sobre la alocución de la presidenta con el eje en Malvinas, las petroleras y los ataques mediáticos.


Un gesto valiente

Por Leopoldo Moreau *

El discurso de la presidenta –cálidamente coloquial– tuvo como destinatarios a diversos sujetos. El reconocimiento acerca de la escasa inversión y, por ende, de un marcado retroceso en los niveles de producción de las compañías petroleras, que trae aparejada la necesidad de comprometer un enorme volumen de divisas para asegurar importaciones que abastezcan el desarrollo del país, implica un significativo paso hacia adelante para encarar la solución de esta problemática que, de no sortearse, podría imponer fuertes restricciones al crecimiento.
Me permito señalar que en esta cuestión tal vez no sea suficiente la “sintonía fina” tan necesaria y útil en otras áreas. Creo que no hay que descartar en este tema ir por lo grueso.
Concretamente me refiero a discutir la posibilidad de recuperar YPF (o crear una empresa de iguales características) para que el Estado vuelva a tener un papel activo en la exploración y explotación de hidrocarburos. Hoy mas que nunca luce como evidente que YPF no debió privatizarse.
En otro orden, cuando la presidenta señaló –acertadamente– que ninguna ONG se pronunció sobre la depredación de los recursos naturales en el entorno de las Islas Malvinas que lleva adelante el imperio británico, dejó implícitamente  de manifiesto que sí lo han hecho prácticamente la totalidad de los partidos políticos que han sostenido fuerte y contundentemente una de las pocas–tal vez la única– política de Estado que tenemos en el país: el reclamo de soberanía indiscutible sobre ese territorio.
Me corrijo: otra política de Estado es la democracia. Una digresión, pero no tanto. Las cuestiones estratégicas referidas al petróleo y a la soberanía sobre las Islas Malvinas, a lo que podríamos sumar la crisis que viven los países centrales y su repercusión sobre el comercio internacional y su impacto respecto al nivel de crecimiento de nuestras economías, nos estarán imponiendo ensanchar las bases de sustentación de un proyecto nacional.
Por supuesto que esta es una tarea de articulación que tendría que tener como actores principales a los sectores progresistas, que en el campo de la política representan el propio gobierno, el socialismo y el radicalismo.
Una última consideración, en este caso referida al discurso gestual de la presidenta cuando en un gesto valiente –como ella misma asumió– sobre todo si proviene de una mujer, mostró la cicatriz de la operación. Es indudable que los ataques mediáticos no tienen límites porque hay algunos intereses que más que defenderse pretenden contraatacar para recuperar su influencia y capacidad de presión sobre las decisiones que emanan de la soberanía popular. Sobre esto no tengo mucho más que agregar. Sólo voy a reproducir el tweet que escribí en esos días: “Si a mí me dicen que a un amigo o familiar le diagnosticaron equivocadamente un cáncer, me pongo muy contento. Estoy harto de los buitres”. Estoy seguro que la mayoría del pueblo argentino también está harto.

* Ex diputado y senador nacional


Está de regreso

Por Carlos Fara *

El discurso del retorno generaba todo tipo de expectativa sobre qué tipo de Cristina iba a regresar. Y los hechos confirmaron que volvió la misma de siempre: ágil en el discurso, rápida de reflejos, mezcla de aportes intelectuales con cierto desenfado por las formas que la acercan al votante promedio, con las ironías basadas en los sobrentendidos.

La conclusión que se puede sacar es: sin dudas, está de regreso.
Como era de esperarse, la presidenta pasó revista a las principales cuestiones políticas de los 20 días que estuvo ausente: petroleras, Malvinas, reclamos sindicales, el rol de Moreno y su operación, entre otros.
No debería haber llamado la atención que, más allá de la fijación de posiciones de su elenco durante su ausencia, la presidenta se haya concentrado en fijar su voz sobre todo aquello de lo que no pudo opinar debido a su convalecencia.
Está claro: la gestión tiene un rumbo, y su liderazgo tiene un estilo, y no los va a cambiar. Más allá de lo que señaló específicamente para cada tema, la presidenta está todo el tiempo trabajando sobre dos ejes, de acción y discursivos.
Uno es “en la Argentina no hay vacas sagradas”: nadie se salva de la mirada y control de la gestión, aunque parezca que son amigos o aliados. El otro eje es: “en la Argentina hace falta equilibrio”. Por eso Cristina va “repartiendo palos” hacia derecha e izquierda, hacia arriba y abajo, sean empresarios o sindicalistas, sean cercanos o lejanos. Esto último parte del supuesto de que mantener el poder implica tomar distancia de los intereses en pugna.
El motivo del acto no es menor, porque el pie a todo lo dieron acciones del Ministerio de Julio De Vido, particularmente en lo que atañe a la Secretaría de Obras Públicas. ¿Un mensaje para los que piensan que el ministro de Planificación ha perdido espacio? ¿Un mensaje sobre en qué cosas quiere poner énfasis en su gestión?
Lo cierto es que mirado desde la opinión pública, el tema de gestión elegido es correcto, ya que Obras Públicas es el área mejor evaluada del gobierno nacional en nuestra encuesta del mes pasado: tiene una imagen positiva del 58%, seguida por Derechos Humanos y jubilaciones. Vale subrayar que ambos ejes están muy instalados en la opinión pública, y ambas demandas surgían claramente en los estudios preelectorales.
Desde el punto de vista de su imagen personal, se la vio alegre, encendida, transmitiendo que su ausencia de 20 días no fue nada, y que está efectivamente al mando.
Hubo algún debate sobre si Cristina Fernández de Kirchner debía mostrar o no su cicatriz. Más allá de la explicación que dio la presidenta, lo cierto es que en estos temas no hay recetas universales, ya que la estrategia de posicionamiento es un traje a medida.
Cristina siempre rechazó la imagen de “sexo débil”, ya que parte del supuesto de que al ser mujer, todo es más cuesta arriba (y las estadísticas laborales no la desmienten). Por lo tanto, usar un pañuelo hubiese sido un gesto de “cuestión delicada” a la que ella no es afecta.
Dentro de cierto estilo desenfadado que cultiva de manera permanente, mostrar la cicatriz era hablar con crudeza del tema, y por supuesto también generar compasión hacia su experiencia. Todas esas actitudes la humanizan, y desde ese punto de vista deben ser evaluadas.

* Consultor de Fara y Asociados


Estética, política y soberanía

Por Hugo Haime *

Entre la estética y la política la presidenta Cristina Fernández se queda con la política. El mostrar su cicatriz fue una primera imagen que nos reveló desde el comienzo que se trataba de una reaparición pública y de un discurso en parte desafiante, en parte agradecido, en el que se marcarían las prioridades de la gestión y se señalaría a quienes, a su entender, quieren construir un mundo del revés.
Agradecida hacia quienes ya sea por razones de adhesión política y/o de respeto institucional se preocuparon por su estado de salud. Desafiante hacia aquellos que intenten evitar el éxito del modelo o fundamentar el reino del revés.
La exposición de la cicatriz no debe tomarse como una mera anécdota sino como parte de una batalla política que está dando el gobierno.
Con un estilo distendido fue clara la búsqueda de cohesionar a la base social, a la dirigencia y a la militancia política a través del eje de la soberanía política y económica, fijando tanto las prioridades nacionales como internacionales.
En relación a esta última, la causa de Malvinas parece estar al tope de la agenda. En relación a lo interno, aclarar que la sintonía fina es para optimizar el funcionamiento de la economía y no para generar ajustes hacia los sectores más desprotegidos de la sociedad.
Su referencia en relación a que los servicios están concesionados es una clara alusión a que el espacio en donde trabajan las empresas de energía corresponde a la soberanía nacional y que el Estado puede retirar las concesiones si lo considera necesario.
A su vez, aunque el miércoles no se hizo referencia explícita como tal, es claro que se está ubicando a las corporaciones de todo tipo como responsables actuales y/o potenciales de que el modelo sufra desajustes.
Cristina Kirchner cuenta hoy, no sólo con un gran respaldo interno, sino que ha logrado que su posición sobre la necesidad de dialogar sobre la soberanía de Malvinas tenga apoyo en el continente.
No sabemos cuántos opositores se sumarán a esta prédica, pero es claro que nadie se podrá oponer a que nuestro país intente sentarse a una mesa, a discutir con el Reino Unido sobre  soberanía ni sobre de quién son los recursos naturales.
También en relación a lo económico ha logrado que su prédica de oposición a las políticas de ajuste tengan el beneplácito de Premios Nobel de Economía, líderes regionales, y sean debatidas a nivel internacional.
Es que no sólo nuestro gobierno está apelando a la línea argumental del enemigo poderoso que atenta contra el interés de quienes menos tienen. Ni la riqueza, ni el despilfarro están hoy de moda en el mundo. Vemos a diario el crecer fuertes corrientes de opinión, movimientos sociales, dirigentes políticos y gobiernos que ponen énfasis en los ricos y en las corporaciones financieras como responsables de la crisis económica internacional, la desocupación y la falta de expectativas de conseguir trabajo.
El movimiento de los indignados es una realidad que nació con gran posibilidad de continuar creciendo en el mundo. Que la desocupación no sólo es un problema para los jóvenes lo muestran las últimas cifras de Francia. En Estados Unidos el último discurso de Barack Obama ante el Parlamento, poniendo énfasis en las desigualdades internas y las discusiones en el seno del Partido Republicano respecto del origen de los bienes de sus candidatos, son sólo una muestra de un debate que recorre toda América y Europa.
Más allá de que siga o no el viento de cola en lo económico,  la discusión  sobre cómo hacer “sintonía fina” seguramente  marcará la agenda de los próximos meses.

* Consultor

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