El relato

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Ya se habló en esta columna de cómo el capitalismo a rajatabla de Torneos y Clarín generó el efecto en algún sentido positivo de la socialización del fútbol. No era lo querido, pero la sangría brutal, la despiadada avaricia del Harpagón mediático, acható la base de la pirámide como el ama de casa dominguera que trabaja la masa hasta dejarla bien tirante y pareja.

Por Víctor Hugo Morales

Entonces empezó a dar lo mismo ser River que Argentinos, Banfield que Boca, o un recién ascendido como All Boys que Independiente o los otros grandes.

En los últimos nueve torneos, se anotaron ocho campeones. Pocos fueron grandes al estilo reciente de los pincharratas.La mediocridad de los partidos superó los estándares más bajos del fútbol argentino. Cualquiera puede ser campeón, y con la tabla al revés recién suelen aparecer arriba los grandes de otrora. Los vaivenes son propios del subibaja de los parques.

En 2000, Racing termino último con 11 puntos en el Apertura y fue campeón con 42, un año más tarde. Independiente fue el último en el Clausura 2002 y campeón del Apertura del mismo año. El River de Simeone ganó el Clausura 2008 con 43 y fue último en el torneo inmediato con 14 puntos. Argentinos fue el último del Clausura 2009 y primero en el Clausura 2010.

La pobreza general eyectó desde el anonimato a famas insostenibles, a juveniles que en otras épocas esperaban dos años más para entrar a la primera división casi por una rendija y no por una puerta abierta de par en par como sucede ahora. De ahí que en los últimos tres años vivieron efímeros sueños más de 300 juveniles; sí, más de 100 por año. El cásting de Gran Hermano tiene un cernidor mas severo. ¿Qué otro camino hay cuando el fútbol de un país pierde no solamente a sus cracks, sino tambien a los jugadores de la segunda línea? Abundan muchachos que hicieron su vida en la B, y retornos no siempre gloriosos de quienes vienen a declinar en sus pagos.

Pese a todo, el campeonato terminó ganándole el corazón a los futboleros. Indiferentes al quehacer de sus equipos, los hinchas de los grandes y del fútbol todo, se aplicaron a seguir los pasos de los grandes de hoy que no son otros que Estudiantes y Vélez.

Como quien escucha una conversacion de puro curioso con el oído pegado a la puerta, todo el mundo se abocó al desenlace espectacular de esa competencia, que cobró altura en el envión final auspiciando a dos equipos como grandes campeones.
Vélez estuvo prendido a la punta desde la tercera fecha. Los de Sabella, desde la sexta, fueron punteros, salvo en la séptima y octava. La constancia ofensiva los hizo merecedores de la mayor cantidad de penales a favor.

Vélez ganó los 13 partidos en los que marcó el primer gol. Y esa manifestación de equilibrio se repitió con Estudiantes. Doce veces primereó y ganó. Los pinchas anotaron con 15 jugadores distintos, pero cuando necesitaron un goleador les apareció la Gata Fernández con goles decisivos ante Lanús, Olimpo, Colón, San Lorenzo, Independiente y Argentinos. Estaba tan embalado que se adjudicó uno que no le pertenecía en el último partido. Ganó 14. En 13 mantuvo el arco invicto. Les ganó a todos los grandes. Nunca perdió en “su” estadio de Quilmes.

Poco a poco el fútbol se va a recuperar.La estafa descomunal lo vació de contenido. El robo fue tan descarado como innecesario. Dejaron como herencia un fútbol destruido en sus cimientos. De sólo pensar que hasta que se hizo cargo el Estado, era el “negocio” de ellos, se puede apreciar el egoísmo y la estupidez de sus ejecutivos. Ahora hacen un juicio contra la AFA (no lo empezaron aún porque quieren litigar como “indigentes”, y no es broma del cronista) por 2500 millones. Se tendrían que pegar un tiro “allí mismo” cuando bien saben que Grondona les pedía de rodillas solamente 40 millones para poder seguir.

Se advierten síntomas de volver a vivir.Un ojo ya parpadea y da a entender que comprende lo que se le pide. Por ejemplo, entra en la historia el entretiempo del partido de Quilmes y Huracán en la quinta fecha. Iban 14 minutos y 7 segundos cuando movieron otra vez. Como un mastodonte dormido el reglamento se puso de pie. En varias oportunidades se vio a los jugadores y los árbitros sobrados de tiempo, esperando que se cumpliesen los 15 minutos para empezar. Despues de años de que no se supiera cuándo empezaban o reanudaban los partidos, para pasar la bendita publicidad o para hacer el estúpido periodismo que dejaron como herencia aún no rechazada por los nuevos tiempos, puede decirse el conformista pero alentador “algo es algo”.

* Los datos de esta nota fueron aportados por Marcelo Mármol de Moura, autor de Las Perlas del Futbol y Mundialitis. Voz en estudios de Fútbol Continental.

http://tiempo.elargentino.com - 201210