Respuesta a Beatriz Sarlo (Parte II)
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Es mentira que la estrategia de la presidenta sea el silencio. La estrategia es la memoria, la verdad y la justicia, es decir, la palabra, como Sarlo podría apreciar en cualquier tribunal argentino.

Por Guido Croxatto

Sarlo se equivoca cuando confunde silencio y memoria, monopolio y palabra. La memoria es lo contrario del monopolio. Sarlo se equivoca no sólo porque niega lo que el lenguaje hace, sino porque niega o confunde también lo que el lenguaje es (How to Do Things with Words, decía J. L. Austin, uno de los padres del Derecho, que defendía la dimensión pragmática de la palabra, una dimensión compleja que Sarlo no ve o no quiere ver). La palabra también puede matar y silenciar. También puede dar y quitar la vida. Es curioso que en su artículo sobre “filosofía del lenguaje” K Sarlo no mencione a la memoria, que es el eje discursivo y jurídico del gobierno. El lenguaje tiene una dimensión pragmática. La memoria está en la base de la construcción de la política y también del Derecho. En la Argentina está naciendo un nuevo lenguaje. Esto es lo que Sarlo no ve. El día que la Corte Suprema emitió el fallo Simon en la Argentina nació una democracia, y un nuevo Derecho. Y un nuevo lenguaje democrático. Sarlo haría bien en leer el Caso Simon. Es mentira que la estrategia de la Presidenta sea el silencio. La estrategia es la memoria, la verdad y la justicia, es decir, la palabra, como Sarlo podría apreciar en cualquier tribunal argentino. El Derecho cambió. Y la democracia cambió porque primero cambió nuestro lenguaje. Tenemos un lenguaje que escucha. Tenemos un lenguaje que dejó de negar a los desaparecidos. Un lenguaje que piensa. Esto molesta a cierto periodismo. Tenemos un Derecho que apunta a la pluralidad, no al silencio. (la participación política de los jóvenes es una muestra de que nunca como ahora hay pluralidad, apertura: hay palabra). La filosofía del lenguaje K fue terminar  justamente con ese monopolio, el monopolio de la palabra.
La “filosofía del lenguaje” es la memoria y es el Derecho. No el silencio. No el olvido. ¿Qué puede ser más opuesto al silencio que la memoria? Qué puede ser más opuesto al monopolio de la palabra (que denuncia Sarlo) que la memoria? Qué puede ser más opuesto al pretendido “discurso único” (donde habla uno solo) que la memoria? Que los miles de juicios donde personas de diferentes generaciones, orientaciones e ideologías expresan sus miedos, pensamientos, recuerdos, ansias, deseos, angustias, temores? Es mentira que habla sólo la presidenta. En esos juicios habla la sociedad.
La memoria le devolvió un sentido y un lugar a la palabra. La memoria es una construcción colectiva. Ningún gobierno hizo más por la memoria y por la palabra. Por la pluralidad. Y la voz. Por el Derecho.
La filosofía del lenguaje K es la memoria. Sarlo dice “Según la filosofía del lenguaje K, la lengua es mágica”, y agrega: “Los acontecimientos que se consideran desfavorables y sobre los que no se tiene preparada una argumentación merecen el silencio. Cristina Kirchner atribuye al lenguaje el poder de producir los acontecimientos. Lo que se nombra, automáticamente, pasa a existir: abracadabra. A la inversa, lo que no se nombra no existe. El lenguaje produce la realidad.” No hay que recordarle a Sarlo que, como ella debiera saber mejor que nadie, efectivamente el lenguaje tiene el poder de producir acontecimientos. Los desaparecidos la dictadura y el periodismo (que compartían un lenguaje) son una buena muestra. La palabra los incrimina. Los deja desnudos. La Alemania nazi demostró que se puede matar y aniquilar también o antes con la palabra. Se puede discriminar, silenciar, olvidar, gasear, con la palabra. Y es indistinto que esa palabra sea judío, o sea subversivo, terrorista, delincuente. La idea es la misma. El silencio del otro. Es generar la idea de que el otro (marxista, judío, delincuente, o subversivo) no debe ni merece ser escuchado. Porque no es una persona. Es un “subversivo” o un “parasito” de la sociedad. Un “judío”. Eso no es un hecho mágico como dice Sarlo infantilmente. Mucha gente perdió la vida por esa “magia” que Sarlo minimiza. O ignora. O subestima. Mucha gente fue torturada y muerta en centros clandestinos y oscuros por una palabra. Muchos militares torturaban simplemente porque del otro lado les decían que había un “subversivo”. No una persona. Muchos fueron violados y torturados por llevar sobre sus espaldas solamente el karma de una palabra mortal. Ya sea “indio” o “anarquista”, o “gitano”. O “ilegal”. La palabra también puede matar. Silenciar. Desaparecer. Borrar. Lo hizo antes y lo hace ahora. Lo decía Primo Levi, que vivió el Holocausto. Por eso es tan importante construir un lenguaje nuevo.
Al periodismo argentino le vendría bien leer el Discurso de la pérdida de Grass en Alemania. (un periodismo que quiso ocultar y callar el Holocausto). El periodismo argentino todavía no termina de procesar su propia responsabilidad. Por eso no puede seguir adelante. Él es el que está entrampado y embarrado en su propio y ominoso pasado de silencio. Hay que apostar por la palabra. Ya Cortazar lo dijo: “Sigamos siendo locos, madres y abuelitas de la Plaza de Mayo, gentes de pluma y de palabra, exilados de dentro y de fuera. Sigamos siendo locos, argentinos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo.” Tal vez por eso la presidenta se definió como una más de esta banda de locos que menciona Cortázar que defienden el Derecho, la memoria, y la vida. Este gobierno defiende la memoria. Por eso es absurdo decir que “El unicato lo ejerce una personalidad política desconfiada de cualquier pluralismo, hipersensible a las críticas, renuente al diálogo salvo con sujetos ausentes o en estado de dependencia.” Si hay unos sujetos morales que nadie puede tachar precisamente de “ausentes” o “en estado de dependencia”, como dice Sarlo, son los organismos de Derechos Humanos, como las Abuelas de Plaza de Mayo que levantaron y preservaron nuestra dignidad y nuestra palabra cuando nadie lo hacía. Ninguna persona “desconfiada de cualquier pluralismo, renuente al diálogo” hubiera impulsado como política esencial de su gobierno la memoria y hubiera abierto, como dice Estela de Carlotto, las puertas de la Justicia. Porque la memoria es pluralismo. Y es voz. Es dialogo. Es palabra. Y es Derecho. Lo contrario del autoritarismo, lo contrario del discurso único, y el “unicato” que denuncia Sarlo, es la memoria. Y la filosofía del lenguaje K, como dice Sarlo, es la memoria.
Sarlo dice que la presidenta atribuye a la palabra el poder de producir los hechos. Pero no lo hace solo la Presidenta. También lo hacían Adorno, Horkheimer, Marcuse, Walter Benjamin, Celine, Novalis, Chateaubriand, Rimbaud, Verlaine, Pavese, Quentin Skinner, Celan, o el mismo Borges. Platón echó a los poetas de la República por pensar precisamente lo que Sarlo le atribuye despectivamente a la Presidenta: que las palabras importan.
La impunidad es la que siente “desconfianza de cualquier pluralismo” como dice Sarlo. No la memoria. La memoria es el pluralismo encarnado. Y hecho realidad. Es pluralismo que habla. Son las palomas que menciona Cortázar y que vuelvan libres a ese cielo callado y espurio. Por primera vez, porque es la memoria la que nos ayuda a interrogar al silencio.

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