Cuando el jueves 14 de junio Cristina Fernández de Kirchner hable ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas para reivindicar la soberanía argentina en las Islas Malvinas necesitará un país unido que la respalde.

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Apoyo popular. La presidenta volvió a pedir “la ayuda de todos”

Por Eduardo Anguita

En esta semana, la Presidenta puso el cuerpo y el alma en dos discursos de fuerte contenido político y emocional. Tanto el lunes en Rosario, a 200 años de la creación de la Bandera, como el jueves, en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, quedó patente que ella se comunica con la sociedad de modo directo y visceral. Cualquiera que haya prestado atención a sus gestos, sus distintos tonos de voz y los diversos temas que abordó podrá tomar dimensión de que se avecinan algunas decisiones importantes de gobierno. Cristina no oculta los problemas del país, debate mano a mano con los relatos de la prensa opositora y no se calla cuando considera que, desde sus propios equipos, no le hacen llegar la información. En Rosario lo dijo, sin vueltas: “Son todos palos en la rueda”, lo cual puede interpretarse tanto como un mensaje al interior de sus colaboradores como a grupos empresarios y medios concentrados constituidos en saboteadores seriales.
En ese proyecto de un país unido, la Presidenta no sólo convoca a los “40 millones de argentinos” sino que también sorprende con jerarquizar a algunos interlocutores. Por caso, los gobernadores de Santa Fe y Chubut, Antonio Bonfatti, socialista y referente del Frente Amplio Progresista, y Martín Buzzi, peronista pero alineado hasta hace unos meses con Mario Das Neves. A nadie se le escapa la apuesta de Cristina en convocar para puestos de responsabilidad a dirigentes juveniles de La Cámpora. Pero el escenario está tenso. Porque el crecimiento económico sostenido deja en claro cuellos de botella y agotamientos en temas claves como la energía y el transporte donde se avecinan movimientos de responsables o de creación de nuevos ministerios. También hay un clima complejo con los niveles de demandas salariales, mientras la relación de la actual conducción de la CGT sigue siendo distante con la Presidenta.
Gobernar un país, administrar sus recursos y orientar la inversión pública es tocar intereses de modo permanente. Las incompetencias y deserciones de sectores empresariales que no invierten los subsidios donde deben o giran al exterior sus ganancias pueden ser modificadas con decisiones políticas sólo si hay un acompañamiento social importante y si, además, se acierta en las medidas de gestión y de control de gestión. Nadie que escuche y vea a la Presidenta puede poner en duda que, además de decirlo, piensa y actúa para los 40 millones. Eso es percibido por la sociedad y por eso es una líder que trasciende las fronteras de la fuerza política que la sostiene. O, mejor dicho, tiene una fuerza política que trasciende a muchos de los hombres y mujeres que tienen responsabilidades políticas y de gestión. Marzo comenzó, con una tragedia, con paros y con palos en la rueda.
También con debates, con nuevos protagonistas y, probablemente, continúe con algunos cambios de rumbo en temas claves de la agenda social.

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