Panorama parlamentario

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El Grupo A, ese invento político que se procreó en el Congreso con el único objetivo de obstruir y debilitar al gobierno nacional, ha muerto con el año 2010. Atomizados y enemistados entre sí, sus sobrevivientes enfrentan el complicado año electoral que suele disminuir la actividad parlamentaria, dejándolos sin el escenario que les permitía mostrar algún logro y, de paso, conseguir votos.

Por Felipe Yapur *

En este marco, el pronóstico para la oposición es malo porque si rejuntados no lo lograron, divididos y enemistados mucho menos. Nada mejor para el Frente para la Victoria, que deberá aprovechar este nuevo año para avanzar entre las fisuras y contradicciones políticas de sus adversarios y concretar proyectos de leyes pendientes como el de Papel Prensa, entre otros. La carrera presidencial impacta de lleno en el Congreso, sobre todo en Diputados y en la oposición, y provoca efectos que, para algunos partidos políticos, son negativos. Es que la mínima posibilidad de poder triunfar hace repensar en la conveniencia de insistir con proyectos de ley que limitan la capacidad de movimiento del Ejecutivo y que durante 2010 fueron moneda corriente. Tal vez puede considerarse como el caso más significativo la iniciativa que regula al máximo los decretos de necesidad y urgencia. En un primer momento, el proyecto que obliga la aprobación de ambas Cámaras para que un DNU tenga vigencia, fue respaldado por toda la oposición. Pero ahora no todos piensan igual. Por ejemplo, en el radicalismo ya no se mira con tanto fanatismo ese proyecto. Es que algunos consideran que la vida les resultará corta para arrepentirse de haberla apoyado, si un golpe de suerte en los comicios de octubre los deposita en la Rosada. Ergo, el proyecto para este partido debe dormir en un cajón del Senado. La disputa electoral agudiza las diferencias y, sobre todo, la suerte de cualquier proyecto de ley. Las alianzas o divorcios en la oposición pueden ser determinantes para algunas iniciativas y es que, más allá de su bajísima perfomance del año pasado, los bloques opositores continúan siendo mayoría en la Cámara Baja. Sin embargo, este dato no es necesariamente negativo para las aspiraciones del Frente para la Victoria. El año que terminó demostró que ser mayoría no implica necesariamente tener la razón, y mucho menos imponerla por la fuerza del número de votos en uno u otro recinto parlamentario. Por un lado, la oposición demostró que estaba más interesada en disparar al corazón del gobierno nacional que de sancionar leyes que beneficien a la sociedad. Por otra parte, el oficialismo tuvo que adaptarse a esa realidad y se especializó en defender, a fuerza de argumentos políticos, las medidas del gobierno de Cristina Fernández. Concientes de que no tenían los votos suficientes o los de antaño, la consigna fue ganar la batalla de ideas. No les resultó fácil adaptarse. Debieron asumir primero que ya no eran mayoría. Ello implicaba un riesgo grande porque si la oposición lograba sancionar aunque más no sea la mitad de las leyes que proponían, los obligarían a recurrir a vetos presidenciales que podrían ser contraproducentes y dañinos. Incluso debían calcular los riesgos de la presentación de proyectos propios. Un Grupo A unido podía llegar a modificar, a gusto y paladar, una ley impulsada por el oficialismo. Ni siquiera el gran triunfo político y social que significó el matrimonio igualitario los hizo cambiar de estrategia.

Pero este año es diferente. Hay más en juego y el oficialismo puede llegar a beneficiarse con las diferencias cada vez más profundas en la oposición. El proyecto que declara de interés público la producción de papel para diario o el de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, son dos ejemplos claros que el oficialismo puede y debe aprovechar para sancionar. No sólo porque les permitirá afianzar la adhesión popular y, por ende, sus expectativas electorales, sino que fundamentalmente avanzarán de manera concreta en hacer realidad la promesa de profundizar el modelo político, económico y social que se desarrolla desde 2003.

* Periodista de Tiempo Argentino

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