Un debate que comienza

101226_Kirchnerismo
El fallecimiento de Néstor Kirchner precipitó primero un debate interesado acerca de la gobernabilidad inminente. Ya estamos en otra fase. Por derecha se teme a la consigna de la “profundización del modelo”. Del otro lado, lo que se discute es cómo seguir interpelando cada vez mejor a la sociedad.

Nuevas agendas, nuevos modos

Por Eduardo Blaustein

Hay algo en lo que quiero evitar caer: esta idea de que el kirchnerismo es el estado superior del peronismo. En todo caso me parece que es una relación que habrá que ir resolviendo políticamente, si es que es necesario resolver.”

La reflexión de Carlos Tomada que reproducimos en las páginas que siguen puede ayudar a ilustrar algunas tentaciones riesgosas para el kirchnerismo que, paradójicamente, devienen de un escenario de fenomenal recuperación. El “kirchnerismo como fase superior del peronismo”, la pregunta/debate que planteamos en tapa de esta edición, sólo pretende ser una provocación simpática, un estímulo para reflexionar sobre el futuro del kirchnerismo, de su gobierno y del país, pero sobre todo para crecer política, institucional y culturalmente. ¿Por qué puede resultar riesgosa la pregunta sobre la “fase superior”? Porque según cómo –lo dice Eduardo Jozami más adelante– puede remitir a aquella idea tentadora del Tercer Movimiento Histórico planteada en los años de mayor fortaleza política de Alfonsín, y aún antes. O yendo más atrás, a ciertos recortes del peronismo hechos en los ’70 cuando, para hacerlo más puro y “revolucionario”, terminaron siendo irrespetuosos respecto de la (muy) problemática diversidad del peronismo. O más directamente: poco democráticos.

Hay en estos días un riesgo de “agrande” del oficialismo por autodestrucción opositora, alguna tentación que la derecha calificaría de “hegemónica”, difícil de evitar en función de esa debilidad. Hay a la vez cambios de matices en el discurso presidencial a favor de una mayor apertura política, y de búsqueda de salida de escenarios en los que el oficialismo no hizo las cosas bien (Indec, inflación, aun cuando esta última tenga que ver con fenómenos sólo relativamente “ajenos” a la responsabilidad oficial).

Por el lado de lo que, simplificando mal, podría llamarse izquierda kirchnerista (pues hay en el tiempo kirchnerista espacios de representación que trascienden o superan la oxidada noción de “izquierda”), hay una voluntad evidente de dar pelea por la profundización de la democracia en todos los espacios y ampliando agenda: desde los temas que hacen a calidad institucional a las políticas de seguridad y las distributivas o fiscales, desde el tipo de modelo sindical al que se apuesta, a las prácticas políticas del conurbano o Formosa. El desafío es el de respetar y convivir con otras expresiones, no sólo las del peronismo. Por el lado de ciertas militancias juveniles, hay una necesidad de pasar de una cierta adicción a los ’70, de la idealización de las escasas semanas que duró la experiencia camporista o la dura búsqueda de espacios de poder propio, a una política de formación de cuadros que se planteen nuevos desafíos de construcción y de futuro. Por el lado de la interpelación social, bajar un cambio en lo que fueron batallas imperiosas de deconstrucción del discurso de la derecha comunicacional y política para aceptar y asumir determinadas críticas a valorar y afrontar como estrategias de estado consensuadas (de nuevo: inflación/Indec, seguridad, sistema judicial, mejores políticas de redistribución, minería, medio ambiente, salir con el menor dolor social posible del sistema de subsidios).

La actual situación del kirchnerismo robustecido, revalorizado y represtigiado debería ser el piso para plantear esas nuevas metas de superación. Nunca, desde que se recuperó la democracia, un gobierno fue capaz de remontar una cuesta tan embromada como la que debió atravesar este gobierno hasta fines de 2009. La respuesta habitual de los gobiernos ante las malas fue de concesión, debilitamiento y derrota. Hasta es excepcional que cualquier gobierno en el mundo comunicacional/democrático contemporáneo sea capaz de superar la presión de las corporaciones y de los climas mediáticos y culturales.

Pero tomando aquella vieja metáfora eficaz que solía usar Néstor Kirchner, si hace algunos años salimos del infierno... se supone que seguimos en algo parecido al purgatorio. Hay demasiada pobreza en la Argentina todavía y demasiada violencia real y simbólica devenida de nuestros estallidos sociales y culturales. Antes que desde un imaginario al estilo de lo menos lindo del ’73, cuando desde una combatividad encomiable se terminaba negando al otro, la nueva fortaleza del kirchnerismo, y mucho más la posibilidad verosímil de encarar en calma un tercer ciclo de gobierno (con estabilidad política, con la economía bien conducida y ayudando), debería servir para seguir pensando, interpelando, dialogando y haciendo. Para encarar políticas estratégicas con la mayor capacidad inclusiva posible, la social, pero también la devenida de mantener las orejas bien abiertas.

www.elargentino.com - 261210