Entrevista a Gustavo Santaolalla

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Es uno de los platos fuertes del extenso show con que hoy, desde las 14, se festeja el Día Internacional de los Derechos Humanos en Plaza de Mayo. Dice que los Kirchner eran un dúo creativo, y que su apoyo a esta gestión tiene que ver con el sentido común y con “no haber perdido la memoria”.

Por Juan Manuel Strassburger

No hay duda de que este pionero del rock nacional e ideólogo de la avanzada latina sobre la industria musical del primer mundo, además de ganador de dos Oscar, 14 Grammy y productor clave de Bersuit, Divididos, Calle 13 y Café Tacuba, entre muchos otros, tiene experiencia en eventos multitudinarios. De hecho, este mismo año participó junto a Bajofondo, la banda que instaló el tango electrónico en todo el mundo, de los festejos por el Bicentenario. “Tocamos para 200 mil personas en la 9 de Julio. Nunca me había pasado de presentarme ante tanta gente. Fue histórico”, sostiene.

Y seguramente algo similar suceda esta tarde, a partir de las 14, cuando el ex Arco Iris participe de los actos oficiales por el Día Internacional de los Derechos Humanos y vuelva a presentarse ante una multitud. Esta vez, en Plaza de Mayo, y en compañía de otras grandes figuras como Charly García, Fito Paéz, León Gieco, Ricardo Mollo y los citados Calle 13, entre otros. “Néstor y Cristina eran un dúo creativo como Gardel y Lepera, o como Lennon y McCartney. Y que se te vaya una de las partes debe ser muy fuerte. Me unía con ellos una cosa de admiración y de cariño personal. Y la verdad que me dolió mucho”, revela quien desde los inicios apoyó el actual proceso político, y quien ve en este evento la oportunidad revalidar su apoyo al gobierno tras la inesperada muerte del ex presidente.

“Es el sentido común lo que me hace apoyar a Cristina y el trabajo que hizo Néstor. Y el no haber perdido la memoria de lo que pasó antes. Analizando la Argentina de 2003, que es cuando empezaron a trabajar ellos, pienso que hay un montón de cosas que faltan o que están mal, pero también muchas que estuvieron muy bien como la Asignación Universal por Hijo, el aumento de la escolaridad, la cantidad de veces que se le aumentó a los jubilados, entre tantas otras medidas. Veo que hay un programa, una idea, para estar mejor”, pondera ante Tiempo Argentino.

Y agrega: “Tengo la suerte de viajar por el mundo y veo los problemas que hay en otros lados. En Europa, por ejemplo, hay un desempleo tremendo y mucho racismo. Obviamente tenemos el problema grave de la inseguridad, que hay que atacar desde varios lados, ¿pero querés que hablemos de inseguridad en San Pablo o Río? ¿O en Bogotá y Medellín, que el otro día tuvieron que custodiarme con ametralladoras en el camerino? Entonces ante eso, y viendo cómo acá la gente se sumó masivamente con la muerte de Néstor, casi te diría que me siento en la obligación de apoyar a este gobierno.”

Santaolalla está, desde hace años, radicado en Los Ángeles, California. Pero nunca dejó de pensar en el país. De hecho, además de las numerosas producciones que viene realizando desde que en los ’90 tomó las riendas de Divididos y le proporcionó su mayor éxito con La era de la boludez (y la versión hendrixeana de “El Arriero”, el clásico de Atahualpa Yupanqui), el músico y productor arrancó también con varios proyectos extra musicales. El último de ellos, la producción de Grosa, una cerveza artesanal de calidad premium.


“Lo de Grosa viene de mi relación con Mendoza, que se remonta a mi época con Arco Iris, cuando visitamos la provincia en una gira, y a una afición por los vinos que fuimos desarrollando con mi mujer. Por eso, cuando tuvimos unos manguitos por una renegociación que hicimos con Universal no lo dudamos y dijimos: ¿por qué no compramos unos viñedos?”, cuenta, divertido. “Como con Arco Iris y Bajofondo, que buscamos hacer música de acá, pero con rock, hip hop y todo eso, con Grosa también seguimos ese camino. Y privilegiamos el agua de altura y una cebada que no fuera transgénica con el lúpulo de la Patagonia y una levadura belga.”

−¿Cómo hace una persona para continuar su carrera después de ganar dos Oscar seguidos (por Secreto en la Montaña en 2006 y Babel en 2007)?


−Por suerte me pasó en un momento de mi vida en donde ya lo podía contextualizar y entenderlo como un premio a mi carrera y mantenerme en un camino alternativo. Porque después de haber ganado un premio de esa magnitud, te levantás e igual tenés que llevar a los chicos a la escuela. Hace un tiempo, por ejemplo, rechacé hacer la música de la nueva Terminator porque no me interesaba el proyecto. No tenía que ver conmigo.

−¿No sentiste ese vacío de haber llegado a la cima?

−Sí y no. Cuando gané el primer Oscar, mi hermano y amigo del alma León Gieco, me dijo: “Cómo matás un Oscar? Obviamente con otro Oscar.” Entonces, cuando gané el segundo le mandé un mensaje que decía: “Che, si tenés alguna otra idea decime porque la primera salió increíble” (risas). Y ahí me contestó que un segundo Oscar no lo mataba con un tercero sino con otra cosa. Y ese año me invitaron a conocer al Dalai Lama. Me reuní con él, me saqué unas fotos increíbles y después le escribí a León: “Che, no sé si califica, pero con esto matamos los dos Oscars, ¿no?” (risas). La realidad es que, al final del día, el Oscar no deja de ser un premio.

−Para una sociedad que endiosa el éxito, sos tal vez uno de su mayores expontes. ¿Cómo lo ves vos?

−Para mí el éxito es cuando hacés algo que conecta con mucha gente. Por eso estuvo tan bueno lo del segundo Oscar porque muchos dijeron “qué culo tuvo”. Pero lo que me pasó a mí resulta que sólo ocurrió cuatro veces en 80 años. Seguro que hay mucho trabajo en lo que hago, pero algo de visión y talento también tiene que haber...

Según Santaolalla, en el primer mundo existe una gran necesidad de encontrar originalidad. Y esa originalidad la encuentran en la cultura latina: “Nosotros, los latinoamericanos, creamos a partir de realidades sociopolíticas y económicas particulares que por ahí para alguien, que vive aislado en Indiana y sólo ve CNN, no tiene ni puede tener”, plantea. Y detalla: “Escuchar a Oliver Stone en una cena diciéndole a Sean Penn ‘tenés que ver El secreto de sus ojos, es alucinante, no sabés lo que es Darín, es increíble’, es una situación muy distinta a otros momentos en donde lo latino era sólo la conga, el mariachi o el gaucho.”


−¿Y por qué creés que se dio ese cambio?

−Porque nosotros, a diferencia de la cultura afroamericana, que fue cercenada de su lugar de origen y ni siquiera saben de qué tribu provienen, estamos en el mismo continente y conservamos un vínculo fuerte. Artistas como Ricky Martin, por ejemplo, llegan a Europa a través de los Estados Unidos. Eso quiere decir que el ADN de ellos está cambiando y que hoy tienen un componente latino muy fuerte.

−Algunos hablan de una “fórmula Santaolalla”, que consistiría en modernizar el sonido, aportarle algún elemento latino y colarle alguna puteada. ¿Qué contestás a eso?

−Que no conocen mi trabajo. O a lo sumo, solamente una parte. Y que hasta de esa parte tienen una mirada simplificada. Porque que yo sepa en el disco de Cronos Quartet no hay ninguna puteada. Y tampoco en el de Julieta Venegas o Cristóbal Repetto. Además, yo nunca impuse un sonido. Y eso que hay productores que lo han hecho y es genial. Por ejemplo, Phil Spector. Lo que yo siempre intenté es maximizar el sonido que un grupo pueda tener. Al punto de que tengo más de 100 discos producidos y no hay ninguno que tenga que esconder. Por eso, cuando escuchamos ese tipo de críticas, con Aníbal (Kerpel) decimos: lo que pasa es que somos dos muchachos con suerte...

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