Opinión I

Por Federico Bernal *

Entre 1956 y 2002, el FMI fue cómplice y en gran medida artífice del endeudamiento, el achicamiento y la pauperización de la República Argentina que con tanto afán y orgullo consiguió el neoliberalismo doméstico.

Teníamos bandera, teníamos himno, pero los destinos del país se resolvían en el extranjero. Lejos de ser una Nación, la Argentina era una semicolonia. Un modelo de acumulación (si así merece la pena llamarse) destinado a satisfacer las necesidades de apenas un puñado de miles se abría paso, incontenible, arremetiendo contra el mercado interno, la modernización económica y el bienestar social de las grandes mayorías.

Está claro: más se consume fronteras adentro, menos excedente se tiene para exportar; más se moderniza el aparato productivo, más se emancipan del mito del eterno destino de “granero del mundo” las mentes de millones de argentinos y argentinas.

No obstante, el largo proceso contrarrevolucionario iniciado en 1956 –a excepción del breve interregno entre 1973 y 1974– llegaría a su fin en 2003. Desde entonces, un modelo de acumulación en función del interés nacional y popular viene desplegándose, recuperando paulatina pero invariablemente una Nación para la totalidad de sus habitantes. En efecto, el período más sostenido y prolífico de crecimiento con verdadero desarrollo, con el Estado como actor fundamental aunque aliado al sector privado y a las inversiones extranjeras no especulativas, no cesa de consolidarse y robustecerse desde 2003. Ostensible e inocultable ya al mundo entero, la Argentina se ubica como uno de los países de mayor y mejor recuperación en 2010.

La estrategia de desendeudamiento diseñada y ejecutada por el ex presidente Néstor Kirchner a partir de 2005 y profundizada por la presidenta es a todas luces exitosa.

Existosa y consecuente: “La vocación del gobierno argentino es la de pagar. Pero el problema que tenemos es que se nos exige someternos a un plan de condicionalidades del Fondo Monetario Internacional. Esto es imposible en términos políticos, económicos y lógicos.” Aquí las palabras de la entonces candidata a presidente senadora Cristina Fernández de Kirchner, en 2007.

El Club de París, que reúne a las principales potencias desarrolladas, acreedoras de la Argentina, han comprendido cabal y finalmente que a la hora de pagar, el “populismo” resulta más confiable y seguro que los demagogos de mercado (léase mercadismo), y que el FMI, que por estos días desmantela a Grecia, Irlanda, Portugal, España, Francia y el Reino Unido, le queda muy chico al gran país sudamericano; le queda muy chico a una Argentina decidida a terminar para siempre con su estatus semicolonial.

* Director de investigaciones del CLICET

http://tiempo.elargentino.com - 161110